Personajes como Popeye, el gato Félix, Jet Marte y Sam, el rey del Judo, quizás no son tan populares con la generación actual, pero sí tuvieron un impacto en la juventud de muchas personas. En el caso de Popeye tenemos un personaje creado por el historietista estadounidense Elzie Crisler Segar y desde su primera parición en 1929 ha protagonizado aventuras presentadas en historietas, dibujos animados y otros medios, incluyendo el cine. Es casi difícil de creer que existe una película de Popeye, especialmente si se toma en cuenta que fue protagonizada por figuras como Robin Williams y Shelley Duvall y dirigida por el legendario cineasta Robert Altman. De todas formas, he tenido la oportunidad de verla otra vez después de varias décadas y ha sido una experiencia increíble.
En este filme conocemos la historia de Popeye (Robin Williams), un marinero que llega a la pequeña y excéntrica ciudad costera de Sweethaven en busca de su padre. Una vez ahí alquila una habitación en el hogar de la familia Oyl, donde conoce a Olive (Shelley Duvall) y a su prometido, el malvado capitán Bluto (Paul L. Smith). La vida de Popeye toma un giro inesperado cuando adopta al bebé Cocoliso (Wesley Ivan Hurt) y descubre que tiene una conexión con el Comodoro, el misterioso líder de la comunidad de Sweethaven. Todo desencadena en la fórmula básica de cada aventura de Popeye: Olivia está en apuros y el valiente marinero debe comer espinacas para vencer a Bluto y salvarla.
Uno de los detalles más increíbles de esta película es que fue dirigida por Robert Altman. Este director, guionista y productor norteamericano formó parte de la era de New Hollywood junto a cineastas como Martin Scorsese, Woody Allen, Sidney Lumet y David Lynch. Altman es conocido por dirigir películas con un estilo subversivo, estilizado y satírico. Además, prefería trabajar con grandes elencos y desarrolló una técnica de grabación multipista para producir diálogos superpuestos de múltiples actores. El objetivo de esta técnica era crear una experiencia más natural, dinámica y compleja para el espectador. Robert Altman es considerado como uno de los mejores y más influyentes cineastas del cine estadounidense y entre sus obras más importantes están “M*A*S*H*” (1970), “McCabe & Mrs. Miller” (1971), “The Long Goodbye” (1973), “Nashville” (1975) y “Gosford Park” (2001).
En este filme Altman y el resto del equipo de producción lograron crear con el set de Sweethaven un pueblo que se siente real y extraño a la vez, como si fuera el escenario de una obra de teatro en el que se ha establecido una comunidad. Esta observación también se puede aplicar con otros aspectos de la producción, como el vestuario, y dan la impresión de que el espectador está viendo la vida de los habitantes de una sociedad de cosplayers. Tomando en cuenta el año en el que se realizó esta película y que mayor parte del presupuesto se invirtió en el set de Sweethaven, los efectos visuales de este filme no están muy mal (excepto por el infame pulpo gigante, pero no hablaremos más de eso para evitar spoilers). Los golpes y reacciones exageradas durante algunas de las peleas están bien logrados y apoyan el ambiente de humanos basados en personajes animados. En el caso de Popeye, el maquillaje y el vestuario sí transforman a Robin Williams en el famoso marinero, y aunque no se logró el mismo efecto en los casos de Olive (Duvall) y Bluto (Smith), el intento sigue siendo muy bueno.
Esta película es un musical, pero las canciones parecen que no fueron interpretadas por personas que son profesionales del canto. Por un lado eso está bien porque mantiene el mismo tono crudo y orgánico del resto del filme que también sale a relucir en los diálogos, pero por otro lado esto hace que escuchar algunas de las canciones sea una experiencia tediosa.
La historia en sí es relativamente sencilla y cuenta con una trama muy similar a muchos de los cortos animados del Popeye de antaño, así que no está demás decir que es muy predecible. En la historia se presentan más detalles sobre el origen y las motivaciones de Popeye y Olive y también conocemos un poco mejor a otros personajes como el padre de Popeye, pero por suerte la película no pierde tiempo dando explicaciones, en vez revela todo lo que el espectador debe de saber a través algunos diálogos y las acciones de los personajes. Aunque no es un guion muy complejo (para nada), sí maneja bien las transiciones entre momentos tiernos, las secuencias de comedia y las coreografías de acción, en algunas escenas hasta se nota el uso de ciertos elementos del género del western.
En cuanto a los actores, se nota el esfuerzo tanto de Williams como Duvall para no solo darle vida a sus personajes, sino también para lograr interpretaciones fieles a las creaciones de E.C. Segar. Por cierto, este fue el primer rol protagónico de Robin Williams y su única película adaptada de un cómic. El resto del elenco está compuesto por muy buenos actores como Ray Walston, Linda Hunt, Paul L. Smith y Bill Irwin y aunque la mayoría hace un excelente trabajo, Paul L. Smith se queda a trás porque su versión de Bluto parece más como si estuviera imitando a Bud Spencer.
POPEYE definitivamente no es la mejor película en el curriculum de ninguna de las estrellas y profesionales que participaron en su creación, pero sigue siendo una obra con mucho humor, acción y ambiente surrealistas. Estos detalles no solo reflejan el estilo de un genio como Robert Altman y sino que también hacen valga la pena ver esta producción (aunque sea una vez).