Como amante de todo tipo de cine, en realidad no me puedo quejar. Además de que tengo muchas opciones en cuanto a cine comercial, y otras entidades se esfuerzan para ofrecernos más alternativas que celebran las mejores cualidades del séptimo arte, también puedo contar con los numerosos festivales que se realizan todos los años, como es el caso de la XVIII Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo.
Cada vez que tengo la oportunidad de escribir sobre la Muestra, y han sido muchas porque se trata de uno de los festivales de cine más antiguos y reconocidos del país, siempre menciono como para mí se trata de una aventura entrar a una sala de cine sin saber casi nada del filme que van a presentar. En par de ocasiones he recibido sorpresas no muy agradables, pero la mayoría de las veces he tenido la oportunidad de vivir una gran experiencia cinematográfica. Asimismo, en mis dos visitas más recientes a la Muestra volví a tener la oportunidad de presenciar grandes obras del cine.
Mi primera película de esta edición del festival fue “Als Wir Träunten” (“Cuando soñábamos”), filme dirigido por Andreas Dressen y basado en una novela de Clemens Meyer. Esta historia ocurre después de la caída del Muro de Berlín y el fin de la RDA. Aquí vemos como Dani, Mark, Rico, Pitbull y Paul viven los últimos días de su adolescencia en un nuevo país donde las reglas de antaño han perdido su vigencia. Este grupo de amigos trata de encontrar su camino entre amores perdidos, el fin de amistades, decadente fiestas y peleas callejeras dentro del contexto histórico de la reunificación.
Aunque la película no terminó de conectar conmigo, no puedo dejar de reconocer que contiene muy buenas actuaciones y lo bien logrado que es su aspecto visual y técnico. Aún así, quizás esta adaptación no terminó capturar la esencia de la novela de Meyer, porque me dejó con la sensación de que a la historia le faltó algo.
Mi segunda película fue “Saul fia” (“El hijo de Saúl”), una increíble película húngara dirigida por Lázsló Nemes. Esta historia se desarrolla en Auschwitz-Birkenau en el año 1944. Saúl Ausländer es un judío húngaro que pertenece al Sonderkommando, un grupo de prisioneros judíos aislados del resto del campamento y que son forzados a ayudar a los nazis a quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados, además de limpiar las cámaras de gas. Todo cambia para Ausländer cuando descubre el cuerpo de un niño que se parece a su hijo mientras trabaja en uno de los crematorios.
El impasible lente de Nemes y la impresionante actuación de Géza Röhrig en el papel de Saúl le dan vida a una desgarradora historia sobre las consecuencias de tratar de lograr la supervivencia moral a toda costa durante uno de los acontecimientos más oscuros en la historia de la humanidad. Entre los reconocimientos internacionales que ha acumulado “Saul fia” están sus victorias en la categoría de mejor película de no habla inglesa en las más recientes ceremonias del Óscar y los Globos de Oro. También ganó el Gran Premio del Jurado en la edición del 2015 del Festival del Cannes y el Premio FIPRESCI.
Eso es todo lo que he visto hasta ahora y ha valido la pena, pero aún queda mucho por ver. La XVIII Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo continuará hasta el sábado 30 de abril, lo que significa que habrán muchas más oportunidades para presenciar obras cinematográficas que nos muestran un lado distinto del séptimo arte y las encantadoras sorpresas que aún podemos encontrar en una sala de cine.